martes, 12 de junio de 2012

Doble placer


 
Las dos se enlazan, se muestran, no juegan para ellas, son juguetes, juegan para él, se exhiben, disfrutan de su placer. Ha pasado el tiempo de la humillación o de la vergüenza, mientras se intentan lamer, mientras se tocan, le escuchan hablar y sus palabras penetran en su mente y las excitan aún más. Les dice que no le pongan como escusa, les dice que sabe el placer que les da darle placer, pero que las conoce mejor que ellas se conocen, que son dos perras en celo y que les calienta exhibirse y tocarse.

—Quiero veros a punto de correros. Quiero sacaros a pasear y que tiréis del carro completamente empapadas.

Las dos sonríen y se tocan. Saben que después del ejercicio las bañará y tomará posesión de su cuerpo.


viernes, 8 de junio de 2012

Mobiliario



Abro la puerta. Ella viene a recibirme como cualquier otro día. Me besa, me pregunta que tal ha ido, entramos en casa. En el salón veo a esa mujer, de rodillas, con sus manos en sus nalgas, desnuda, con su cabeza tocando el suelo. La ignoro. Sigo hablando con mi perrita, contándole como ha ido la tarde, como si esa mujer postrada fuese parte del mobiliario, como si fuese lo más normal del mundo ver como lentamente abre sus nalgas con las manos hasta ofrecer silenciosa su cuerpo. No tengo prisa, tiene que entender qué es y cuál es su posición. Mi cabeza da vueltas a las posibilidades, va a ser una tarde interesante.

martes, 5 de junio de 2012

Más que una imagen



Atada, abierta, indefensa, entregada a mi voluntad, ella espera. Como un ritual coloco todo sin prisas. La espuma de afeitar enjabona su piel. En su clítoris una pinza aprieta y exige. Después rasuro lentamente cada rincón. Quiero su sexo perfectamente depilado y me gusta hacerlo yo mismo mientras le hablo. Después limpio su piel y le pongo aceite hidratante. Mis dedos juegan dentro de su coño empapado y excitado. Tiro varias veces de la pinza, ella gime. La quito y ella contiene un grito. Mis dedos masajean la piel antes cautiva hasta hacer que ella esté a punto de correrse. Me separo de su cuerpo, la contemplo en la distancia, su vientre se mueve con ligeros espasmos y su respiración es profunda. Su sexo está ahora como yo quería. Le hago una foto, me apetece jugar con esa imagen y convertirla en un cuadro indecente que haga que ella se ruborice al pasar delante de él y recordarlo.
Es solo una imagen, es más que una imagen.

sábado, 2 de junio de 2012

Pequeño adelanto

Poco a poco la historia de Caminos de sumisión crece, en mi mente aparecen las imágenes y la estructura de la continuación de esa historia y quiero ir compartiendo pequeños detalles con vosotros, sin pulir, sin corregir, tal y como van naciendo. Espero que os agraden.

El sol acariciaba su piel desnuda. La joven esperaba en el patio a que se secase su piel. Sus ojos estaban vendados y llevaba unos tapones en los oídos por lo que su aislamiento era total. Se encontraba en la misma posición en la que alba la había dejado, a cuatro patas y desnuda. No sabría decir cuanto tiempo había pasado desde que la había dejado sola, pero las gotas de agua que recorrían su cuerpo ya se habían secado y su pelo estaba también prácticamente seco. Su sexo, por contra, estaba completamente empapado. Podía notarlo, podía sentir la humedad con la ligera brisa que acariciaba su sexo recién rasurado. El Señor le había ordenado a alba que la limpiase como a una perra y la dejase después secarse al sol antes de dejarla entrar en la casa.
Ella se había dejado hacer. La mujer la había despojado del vestido y la había lavado en la misma posición que se encontraba ahora. Había notado las manos de alba enjabonando su piel, pellizcando sus pezones, penetrando en su sexo y en su culo. Se había excitado por el contacto pero también por la humillación que sentía, callada y obediente, mientras notaba el agua tibia de la manguera, calentada por el sol, que enjaguaba su cuerpo. De su boca solo salió un gemido leve cuando alba tiro con sus dedos del vello que había en los labios de su sexo.

No creo que al Señor le guste esto —le dijo.

Después vino el silencio y al cabo de un rato la sensación casi olvidada de unas manos recortando el vello con una tijera y luego de los dedos de alba que esparcían espuma de afeitar y acariciaban de vez en cuando su clítoris ansioso y vibrante. Su respiración se hizo cada vez más profunda al notar la cuchilla que afeitaba su piel, despacio, sin prisas, realizando una obra perfecta, hasta eliminar el más mínimo vello. 

Ahora sí, esto está mucho mejor —escuchó.

La mano de alba limpió los restos de espuma con agua fresca y acarició después los labios y el pubis de clara, dando pequeñas palmadas.

Tu piel se va a secar al sol, pero veo que tu sexo es imposible de secar, al Señor le va a gustar saberlo.

Después de pronunciar estas palabras alba le colocó unos tapones en los oídos y le vendó los ojos. Casi al instante hizo que la mujer se incorporase de rodillas, le colocó su mano en la nuca, tiró de su cabello hacia atrás y la besó profundamente, jugando con la lengua de clara que respondió al beso humillada y entregada.
Luego hizo que volviese a su posición, las gotas de agua se secaron al sol casi al mismo tiempo que su sexo se empapaba y los minutos pasaron lentamente, aislada, sin saber si la contemplaban o si estaba sola. Nada de eso importaba, solo sabía que había vuelto a aquella casa, nada de eso importaba, las cosas volvían a ser como nunca tendrían que haber dejado de ser.